NOCIÓN

Perdí la noción del tiempo. Pasaron horas, días y meses. Seguía caminado en mi día e intentando dormir en la noche. Perdí la nación del tiempo y construí un mundo paralelo donde nada malo aparentemente pasaba. Me enamore de caminos, ciudades y personas. Ningún mensaje era molesto, ninguna cara era un mal recuerdo y mucho menos una mala experiencia. Los amé a mi manera y no los olvidaré de ninguna forma posible. Me tatuaron sus nombres en mi corazón con cada una de sus sonrisas, sus perfectos abrazos, palabras wnas, sus “verdad o reto”, las chelas o noches de jardín. Son esas voces que nunca molestarán con acento que no siempre soporté, pero que para mi desgracia, ya es música en mis oídos.

Perdí la noción del tiempo, y aun que las hojas del calendario seguían avanzando, seguí en esas paredes donde todos convivíamos. En esa cocina donde desaparecía comida y la sala de estudio que era más un carrete constante. Eran ellos. Los mejores que me podían haber tocado, los únicos que en realidad quería que me tocaran para comenzar una experiencia demasiado terriblemente genial. Si ellos, aunque hubiera que aguantar cosas como “a la piojera coño” o escucharlos hablar de Homero…. En fin si ellos. La weitas enanas más quaticas que jamás pensé que conocería.

Perdí la noción del tiempo y cuando la recuperé, me di cuenta que ya eran parte de mi, que serían imborrables y la vuelta a Chile sería obligatoria para volver a juntar el grupo desordenado que la tía odia cuando cocinan. Perdí la noción del tiempo, y sin embargo tengo grabado a fuego cada salida y día.

Perdí la noción del tiempo porque no necesitaba atenderle solo disfrutarlo, y así fue siempre. Sin embargo él avanza y la despedida llega con todas sus lagrimas.