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Lo que grita el corazón traducido para que los ojos lo comprendan

TE CAES Y TE LEVANTAS

  • Beatriz Chocano Maceda
  • 5 sept 2016
  • 2 Min. de lectura

Te caes y te levantas. Te caes y vuelves a levantarte. Pero si, somos de los que nos caemos siete veces en el mismo sitio, y a veces nada más levantarnos volvemos al suelo, como si lo echáramos de menos, como si el equilibrio escapara de nuestro cuerpo. Algunos dicen que eso es pasar por una mala racha. Es como si te mirase un tuerto o llevaras un cartel de… “las putadas a mí, gracias”, como si fuera lo que más deseases y te hiciera feliz. Porque es cierto, no saben llegar solas, o al menos no saben regalarte algo bueno durante su visita. Pero tú intentas continuar, te dices “bueno todo se pasa y esto no puede conmigo, podría ser peor” y no sabes de donde ni como pero sigues mostrando una sonrisa.

Te caes y te levantas, como si nadie hubiera visto lo que ha sucedido, ignorando esas miradas y risitas que dicen lo contrario. Es una simple caída, puede que deje un pequeño moretón pero se irá. Te aferras a eso, las marcas no son permanentes y las cicatrices son muestras de superación. No son victorias, no, por desgracia no lo son, pero te enseñan.

Es el gran juego al que nos han obligado a participar. Se encuentra en nuestra rutina, a la que a veces te agarras para poder seguir adelante, como la muleta en la que te apoyas, ese trozo de hierro que es tan útil cuando no puedes caminar sola. Un juego de subida y bajada fulminante. Una partida de estrategia donde seguir las reglas no te da ventaja, y a veces, por irónico que resulte te hace la zancadilla, y si, vuelves nuevamente al suelo.

Y posiblemente, te hayas preguntado si en realidad hay un imán que tira de ti hacia abajo, porque llega un momento que con tanta caída, puede que dudes si sabes caminar o en el fondo aún estas aprendiendo. Lo confieso, yo a veces si me lo he preguntado. Te caes y te levantes, y a veces, te empujan mientras intentas superar el golpe anterior.

Vuelves a levantarte, con los ojos cerrados susurrándote “venga no es difícil, esta vez no te caigas” y al dar el primer paso, los abres, respiras hondo y sigues adelante sabiendo que no tardará en llegar la próxima cita con la superficie fría. Sigues adelante, y con cada caída, te haces inmune al dolor, te vuelves insensible o quizás no, quizás solo aprendes a no dejar que nadie vea esa herida. Simplemente callas y continuas. Sabes que las caídas son parte del camino, pero que ellas, si realmente lo deseas no te frenan.

L . f.


 
 
 

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