CAFÉ
- bea717
- 26 sept 2015
- 1 Min. de lectura

Hay mañanas en las que el aroma del café es intenso, sube desde la cocina y te abraza suavemente. No pregunta, simplemente, se va colando poco a poco bajo las sabanas en busca de la única parte de ti que realmente sucumbe a él. Navegará por ellas hasta alcanzar a su victima, que risueña, hará que el resto de ti empiece a moverse para reunirse pronto con él. Tu boca añora su sabor, a veces amargo y otras veces dulce. Según te levantas, notas como tu cuerpo se va avivando, quiere el calor que le ofrece, esos minutos de tranquilidad y disfrute. Tus ojos apenas son capaces de abrirse, pero haces un esfuerzo y vas bajando por las escaleras de mármol, siguiendo su olor. Notas el contacto de tus pies desnudos contra los fríos peldaños, pero apenas importa, en unos segundos todo frio quedará en el olvido. El primer contacto de tus dedos con la taza, hace que te recorra un escalofrío, y aunque tus labios están impacientes por probarlo, primero dejas que disfrute el sentido que te despertó. Inspiras y cierras los ojos. Tus labios rozan mientras la superficie de la taza y tus manos ya la rodean. Y es entonces cuando das el primer sorbo y la paz te rodea. Solos tu y él, como cada mañana.
L . f .
Comments